domingo, 19 de julio de 2009

En el nombre del Padre

La iglesia Católica (al igual que la mayoría de las iglesias de las demás religiones) históricamente, siempre fue y sigue siendo, no sólo el instrumento ideológico de las clases sociales dominantes, sino que también ha acumulado una inmensa riqueza. Estas riquezas tuvieron múltiples fuentes como la venta de la indulgencia, la inquisición y quema de brujas, esclavitud, servidumbre, bendiciones, falsificación de documentos, herencias fraudulentas, el diezmo, venta de cargos eclesiásticos, asesinatos, prostitución y subvenciones de los Estados. Todo ello, claro está, bien camuflado bajo el ropaje del cristianismo; todo, en el nombre del Padre.
A lo largo de su historia, se constituyó en el emporio económico más poderoso del mundo. Es propietaria del segundo tesoro en oro más grande del mundo (por detrás de los Estados Unidos) valorado en 3.500.000.000 de euros, gran parte de ello arrebatada a Suramérica en época de la conquista, a costa de la vida de miles de nativos; con más de cien mil millones de euros en acciones en Wallstreet; una de las mayores terratenientes, con millones de hectáreas tanto en Europa como en América; accionista de consorcios vinculados con negocios en el sector inmobiliario, de construcción, electrónica, cemento, acero, industrias del plástico, textiles, de productos químicos y de alimentos; propietaria de algunos de los más importantes bancos y financieras del mundo.
Hoy, esta gran “empresa económica” sigue en su política de acumular riquezas, que precisamente, no tienen nada que ver con la espiritual. En el plano local, el obispo de la Diócesis de Ciudad del Este, monseñor Rogelio Livieres Plano fundó una Sociedad Anónima, que se dedicará entre otras cosas, al rubro de tratamiento de basura patológica. En este negocio, tiene como socio a su hermano Benjamín LIvieres Plano y Juan Tosi, quien sería el cuñado del líder del movimiento Vanguardia Colorada, Luis Castiglioni. Este fue el proveedor de las máquinas incineradoras, que serán utilizadas en el emprendimiento, según un documento firmado en una escribanía de esta ciudad. Obviamente, esta empresa tendrá más “posibilidades” de ganar las licitaciones de la Municipalidad de Ciudad del Este, por la estrecha vinculación entre el obispo con el clan Zacarías Irún. Desde este año, Livieres también comenzará a producir soja en el departamento de Canindeyú en un inmueble de 200 hectáreas que la Diócesis posee en esa zona del país. A parte de esto, la Diócesis de Ciudad del Este, bajo la administración de Livieres Plano, recibió en cuatro años poco más de 1.600 millones de guaraníes de la Itaipú Binacional, dinero con paradero nada claro. “Es una cifra modestísima, son 46 millones por mes aproximadamente”, al decir del propio Obispo. Éste evidentemente desconoce o hace la vista gorda a la fría estadística que sostiene que el 33% de los paraguayos viven con menos de 2 U$ por día (*), unos 10.000 guaraníes al cambio actual, lo que equivale a 300.000 guaraníes al mes. Es decir, haciendo un cálculo rápido, esa suma “modestísima” podría dar de comer a 153 personas que están subsistiendo con esos dos dólares-día. No se puede olvidar las ayudas que las municipalidades aportan a esta institución religiosa.
La Diócesis tiene personería jurídica. Como tal, es susceptible de adquirir derechos y contraer obligaciones. En ese contexto, tal vez no sea nada reprochable que se dedique a actividades comerciales o financieras. Al menos, no se podría hablar de ilicitud, a no ser que se comprueben los malos manejos de los fondos por parte del Obispo, denunciado por sacerdotes y laicos. Sin embargo, el planteamiento cambia radicalmente cuando los hechos los trasladamos al plano de la moral y los confrontamos con los fines de la Iglesia Católica, institución que asume una condición de la “opción por los pobres”.
Además, si nos planteamos con qué objetivo la Iglesia Católica pretende acumular tanta riqueza, tampoco tendríamos nada halagador. La excusa tal vez sea, que primero hay que "tener" para luego poder "dar". Sin embargo, la realidad nos demuestra lo contrario. Acaso aquel niño que diariamente mendiga en el semáforo céntrico podría tener acceso a cualquiera de los colegios religiosos, donde las cuotas son las más caras?. No lo dejarían entrar, siquiera para refugiarse de la lluvia.
Este contrasentido, esta hipocresía fue así durante miles de años y seguramente, seguirá por muchos más. Los pastores de la iglesia (no solo la católica, claro está) seguirán inculcando el amor al prójimo, al más desposeído, mientras amasan verdaderas fortunas. Pero obvio, todo en el nombre del padre.
(*)Estudio sobre relación entre la población y el desarrollo económico realizado por el Banco Mundial – 2007