martes, 9 de agosto de 2011

Dos pueblos unidos por la Fe


El pasado 16 de julio participé, hasta por azar si se quiere, de una experiencia inolvidable que me demostró que más allá de las diferencias entre los pueblos, más allá de las fronteras, siempre existe algo que los une o que los pone a todos en el mismo plano. Fue emocionante ver que ciudadanos argentinos y paraguayos compartían la misma fe, la misma esperanza, que los unía más que nunca. Esa unidad quedó exteriorizada durante la procesión náutica que se realizó por el caudaloso Río Paraná, en ocasión de la celebración del día de la coronación de Ntra. Señora de Itatí, una fecha muy importante para los católicos, en la provincia de Corrientes, e incluso en varias otras provincias argentinas.

Centenares de paraguayos partieron desde el Puerto de Itá Corá, Ñeembucú, en varias embarcaciones, dirigiéndose hacia la Argentina. La comitiva escoltaba la lancha en la que era transportada la imagen de la Virgen de Caacupé. Entre cánticos y oraciones, avanzaba por el riacho, hasta salir al temible “Paraná Guasu”, donde existe el límite imaginario entre ambas costas: Paraguay y Argentina. Allí, una frondosa comitiva de embarcaciones, que seguía a la Virgen de Itatí recibió a la comitiva paraguaya, para luego confundirse en un solo grupo que escoltaba a ambas imágenes, con destino a la Basílica Menor de la mencionada ciudad argentina.

Los devotos, más allá de la nacionalidad, portaban banderas de ambos países, que las hacía flamear durante gran parte del trayecto, lo que hacía sentir piel de gallina a más de uno.

A partir de esta linda experiencia surge un planteamiento natural. Si a través de la Fe, dos pueblos hermanos pudieron unirse, esa unidad también podría proyectarse en otros ámbitos. Sería bueno por ejemplo, lograr la integración plena dentro del Mercosur, que posibilite, principalmente, la libre circulación de bienes y servicios entre los estados partes; terminar con las trabas a la producción nacional, que se sufre al momento de exportarla al vecino país, por citar algunos temas.

Mi experiencia hubiera sido totalmente satisfactoria de no ser por hechos, que no tienen nada que ver con la religiosidad, pero que sale en total contramano a la unidad de los pueblos, que vivenciaba en horas de la mañana. Me indignó mucho la actitud de los efectivos de la Marina Argentina, quienes impunemente, en cualquier hora del día y más aún a la noche, avasallan las aguas territoriales de nuestro país, hostigando a los pescadores de la región, e incautando embarcaciones con matrículas paraguayas. De esto tiene conocimiento la Marina Paraguaya, pero hasta el momento no escuché ni siquiera, alguna queja formal ante los organismos correspondientes.

sábado, 21 de mayo de 2011

Te extraño, viejo

Papá, hoy se cumple un año de aquel 21 de mayo en que acudiste al llamado del Creador; si papá, un año, aunque parece que fue ayer. Desde donde estés, se que en todo este tiempo fuiste un silencioso testigo de cuánto te extrañamos, de cuánto lloramos tu partida, de cuánto querríamos volverte a ver y a abrazarte.

Pasó un año, pero este tiempo no hizo más que hacerme ver cuánto te quiero, papi. Me refugié en los recuerdos de los momentos compartidos, que no fueron mucho (o al menos no fueron lo que quisiera), puesto que muy temprano debí aventurarme a explorar los caminos de la vida. Pero esos momentos, fueron muy significativos, en cada uno de ellos, sentíamos tu cariño, tu amor, aunque sea a tu manera.

En este un año, en tu familia, en nuestra familia padre pasaron muchas cosas; tuvimos momentos muy difíciles, pruebas muy duras, pero sabes qué?, siempre sentí tu compañía, tu aliento que me gratificaban. Sentí que estabas presente en las lluvias para enjuagar mis penas, o en los rayos del sol, para secar mis lágrimas. Todas esas pruebas sirvieron para demostrarte papá, que dejaste como legado una familia con buenos cimientos, donde reina la unión, la comprensión, la solidaridad y por sobre todo, mucho amor. Estoy seguro, padre, que tú también al igual que yo, estás muy orgulloso de tu familia, de nuestra familia.

Fue difícil llegar a casa y esperar en vano verte salir para recibirme. No sabes cuánta falta me hacen esos abrazos y besos con que me premiabas al llegar. Mi mirada te busca en toda la casa, pero la dictadura de la realidad es insoslayable, tú ya estás en otro nivel, en otra vida, en la eterna.

En todo este tiempo he dejado de escribir tan siquiera unas líneas. Cómo hacerlo, padre, si tenía el corazón destrozado, cómo podría hacerlo sin estaba embriagado de tristeza. Sin embargo, hoy, siento que debo volver a hacerlo padre, en tu homenaje, y porque es lo que me pedirías.

Papá, hoy, a un año de tu partida de esta vida terrenal, ratifico el gran amor que siento por tí. Nunca te olvidaré, mi viejo querido. Gracias por todo y hasta siempre