El comportamiento humano, en sus más variadas facetas, siempre fue
y lo seguirá siendo, objeto de numerosos estudios, en un intento de desentrañar
su naturaleza, motivaciones y consecuencias. Uno de esos comportamientos, tan
llamativo como controversial, fue bautizado por los expertos como
“síndrome de Estocolmo”, a partir de un episodio ocurrido en la capital sueca
durante un atraco a una entidad bancaria, donde una de las víctimas, tras estar
seis días en cautiverio, abrazó y besó a uno de los secuestradores al momento
de la liberación.
El síndrome consiste en que una víctima siente un profundo afecto hacia
su verdugo, y en algunos casos, incluso hasta el enamoramiento. Al intentar
esbozar una explicación (¿científica?), de este comportamiento humano tan
llamativo, los estudiosos, entre otras
cosas señalan que generalmente los delincuentes se presentan como
“benefactores” ante los rehenes, situación que puede desembocar en una relación
emocional de las víctimas por “agradecimiento” con los responsables del delito.
Otra de las conclusiones a las que llegaron los expertos, según las
publicaciones de algunos autores, es que el «síndrome de Estocolmo» es más
frecuente en personas que han sido víctimas de algún tipo de atropello contra
su dignidad, como ocurre con los miembros de una secta religiosa, niños con
abuso psicológico, prisioneros de guerra, prisioneros de campos de
concentración, víctimas de incesto, entre otros.
El barrio donde vivo hoy se escuchaba a gran volumen, cómo una olla
popular era “animada” al son de la polca colorado. Me vino a la mente la
conclusión de los expertos sobre el síndrome mencionado previamente. Una vez
más, los verdugos se presentan como los grandes “benefactores” ante los
rehenes, a quienes mantienen cautivos desde hace años.
Realizar ollas populares para asistir a las familias que están pasando
mal es un gesto tan noble y plausible. Pero instrumentarlo para campañas
partidarias, sean del signo y color que fuere, desnuda la miserabilidad humana
de unos inescrupulosos, quienes aprovechan la necesidad económica de la gente,
acumulada durante años de sometimiento y agudizada en estos días a raíz de la
pandemia del Covid 19.
Las necesidades de la gente no deberían ser aprovechadas por
politiqueros, sean éstos colorados, liberales, o de cualquier otro sector, para
sacar réditos partidarios o eleccionarios. Es un atropello a la dignidad de las
familias que están pasando mal, que de por sí ya son víctimas de sucesivos malos
gobiernos que sometieron al país.
No estoy seguro si los verdugos lograrán esta vez generar aquella
relación emocional a la que hacen mención los expertos, que desemboque en el
"agradecimiento" de las víctimas en futuras contiendas electorales.
Espero que no.
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